1º Evento de Digimon Planet, Seed y Gino

Habíamos caído por el fondo del pozo, como lo había supuesto, la madera que nos sostenía era nuestra única salida. Luego de tanta pelea, finalmente había cedido, justo un momento después de mi proposición, la de destruirlo. Ahora nos encontrabamos frente a tres digimon's. El mago que nos había encerrado, una especie de bruja, y en medio de ambos, un ser alto y esquelético, cuya mirada fría y penetrante asustaba. Estabamos en posición de superioridad, pero a la vista, eramos más débiles. Nos tendríamos que dividir de dos en dos, y encargarnos cada grupo de un enemigo diferente.

Al parecer el del medio era el dueño del castillo volador, y algo me daba mala espina, puesto que pretendía encargarse de todos nosotros, mientras mandaba a sus súbditos a "finalizar su trabajo". Sin dudarlo, tomé de la camisa a uno de los compañeros Tamer, uno que poseía un perro como compañero. Junto a los cuadrúpedos digimon's, Kyubimon y Labramon, corrimos hacia el cuarto de la izquierda, siguiendo al mago que nos había causado todos los problemas iniciales. Aquél secuaz cerró la puerta de su cuarto detrás de su espalda, sin perder tiempo. Nosotros, de igual forma, lo seguimos.

Tal vez fue algo apresurado, puesto que al cruzar el umbral que separaba una habitación de la otra, nos encontramos directo con una trampa del Wizardmon, quien ahora gritaba y se reía ante nuestro daño. Observé la habitación en la que nos encontrabamos, al parecer era el centro de mando del castillo gigante. A través del vidrio que hacía de pared final, opuesta a la de la puerta por la que entramos, se podía ver a lo lejos una ciudad, y parecía que allí nos dirigíamos. Por cómo venían las cosas, no presentía nada bueno, así que deberíamos trabajar junto a mi compañero para frenar aquella nave en la que viajabamos.

-Kyubimon, contraataca con tu Onimidama!!- Le grité algo desesperado a mi compañero, cuyas colas comenzaron a brillar intensamente al mismo tiempo que se incorporaba y corría hacia el mago, apuntando sus colas hacia adelante. Unos segundos más tarde, las nueve bolas de fuego azul salieron zumbando a gran velocidad hacia el mago, impactándolo fuertemente en diversas partes de su cuerpo, esperando que lo dañaran gravemente. Miré a mi compañero, esperando su ayuda. Mi ceño estaba fruncido, algo raro en mí, pero estaba preocupado por la ciudad a la que nos acercábamos.

El golpe del enemigo contra el vidrio me dejó más que claro el tipo de ventana que era aquella pared. Seguramente de unos cinco centímetros de espesor, mínimo, debería ser casi tan duro como las paredes de hormigón. Los instrumentos a nuestro alrededor chirriaban y despedían gases, haciendo del campo de batalla un ambiente tenebroso y opaco, proveyendo de sombras y puntos ciegos para ocultarse, al menos nosotros los tamer's para no salir dañados con los fuertes ataques que se veían en la contienda.

Finalmente, mi compañero había reaccionado, y ahora eramos un equipo hecho y derecho para la lucha contra el Wizardmon. Las explosiones del ataque rival detonaron con gran estruendo, y tapé mis oídos para evitar daños en mis tímpanos. Con un ojo cerrado y otro abierto, miré a mi compañero. -Debemos terminar esto rápido, me parece que están planeando algo contra la ciudad a la que nos acercamos.- Le comenté mi análisis de la situación. -¿Has visto los mandos que están frente a esa pared de vidrio? El mago parece estar defendiéndolos.- Supuse, siendo que él nunca se había apartado de aquella pared, y los controles recordaban vagamente a las palancas con las que se maniobraba un avión.

Esperaba que mis ideas estuvieran acertadas, y miré desde detrás de un tubo de bronce cómo se desarrollaba la pelea. Miré una vez más al chico, que parecía tener más o menos mi edad, y sentencié una última frase. -Hay que atacarlo con todo lo que tengamos! KYUBIMON! Usa Ominidama una vez más!!- Con un aullido, mi Digimon acompañante nuevamente atacó, saltando en el aire y tratando de hacer un impacto desde arriba, para apartar al mago de los controles, y ver de qué servían.

Al verse apartado de aquellos instrumentos luego del doble ataque aliado, Wizardmon tuvo que realizar una ofensiva de área para permitirse salir victorioso de aquella contienda. Un ataque que inundó por completo la sala, dañando a todos los que nos encontrábamos. Por suerte para mí, estar aún escondido detrás del tubo de bronce me protegió bastante, saliendo apenas chamuscado en mis ropas y piel. Mi compañero, quien había salido apurado hacia los que ahora sabíamos que eran algo importante para el castillo, había sido dañado gravemente por el Wizardmon. Preocupado, lo levanté para que no se hiciera más daño, y lo cargué en mi hombro, llevandolo conmigo al amparo de Kyubimon, al lado de los controles. Su Digimon, aterrorizado y enojado por semejante acto, reaccionó violentamente, clavandole sus garras profundamente, presa de un torbellino de ira.

Mientras corría hacia los controles, para hacer algo que nos alejara de la ciudad, puesto que la veía en grave peligro, por puro instinto, vi aquella pequeña masacre. Era algo difícil de observar, no podía dejar que la ira consumiera al perro aquél, no podíamos dejar que se vengara de tal manera del mago, puesto que dañaría su alma. Miré a Kyubimon, transmitiendo esta tristeza ajena con la mirada. A pesar de su deplorable estado, comprendió lo que le quise decir, acercándose por la espalda al ya desfalleciente Wizardmon, y asestándole por última vez su ataque más poderoso, la Onimidama. Una luz azul brilló intensamente en la habitación, para que luego las nueve bolas de fuego remataran al enemigo. Ahora era hora de ver cómo manejar el castillo flotante, cómo salvar la ciudad, y cómo aterrizar para salir de allí de una vez por todas.

El enemigo se desvaneció en un estallido de píxeles, dejando tras de sí sólo su recuerdo. Su mirada había parecido cambiar en el ultimo momento de su vida, en ese último respiro, en ese último latido, como dicen que a todos les pasa. Parecía aliviado, relajado por haberse sacado una carga de encima. Sus palabras fueron difíciles de entender, pero Kyubimon me dijo que Shell Beach era uno de los tantos lugares del Digimundo. Ahora era turno de llevar el castillo flotante hasta ese nuevo lugar, y alejarnos de la ciudad, la cual parecía correr peligro.

El otro chico y yo nos paramos frente a los controles, con los dos cuadrúpedos compañeros detrás. Con una mano en mi mentón y el otro brazo cruzado pensaba cómo hacer que la gran fortaleza se moviera, pero no se me ocurría nada para aprender, que no fuera probando con las palancas al azar. No había inscripciones, ni un manual de instrucciones, y debíamos apurarnos. Miré al joven a mi derecha, cerré mis ojos y sonreí, levantando los hombros, dejando en claro que no tenía idea de cómo manejar todo. Sin embargo, llevé mis manos a los que creía controles principales, y los moví hacia atrás. Si era como el mando de un avión, el castillo subiría... si no... no sabía. -Después de todo hay que intentar así, ¿no?- Dije riendo. -Por cierto, ¿Cómo te llamas? Yo soy Gino y él es Kyubimon- Me presenté ante él, a la par que mi compañero hacía una leve reverencia.